Mun, el cuervo.

Todo comienza...

Emop

1/13/20252 min read

A scenic aerial view of the Sierra Madrileña at sunset with dramatic skies and rolling hills.
A scenic aerial view of the Sierra Madrileña at sunset with dramatic skies and rolling hills.

en la cima de una roca desgastada por el tiempo, bajo el cielo nublado de la Sierra Madrileña, un cuervo de plumaje tan negro como la noche observaba el horizonte. Era Mun. Sus ojos brillaban con un fulgor que delataba una mente inquieta, reflexiva. Parecía una sombra viviente, una figura sacada de un sueño o de una pesadilla, dependiendo de cómo lo miraras.

Mun no siempre había estado ahí. De hecho, hasta hace poco, ni siquiera sabía quién era. Había despertado en esa misma roca, confundido y sin memoria, con un zumbido en la cabeza que se confundía con el viento que surcaba las montañas. Todo lo que tenía eran fragmentos: imágenes borrosas, voces indistintas y un nombre que parecía resonar en su mente como un eco: “Mun”.

«¿Qué hago aquí? ¿Quién soy?», se había preguntado en su primera hora de consciencia. La respuesta nunca llegó. Lo que sí llegó fue una decisión: descubrirlo. Y así, con un batir de alas y un aire estoico que podía confundirse con indiferencia, Mun comenzó su búsqueda.

La misión de Mun no era sencilla. No era una simple cuestión de volar y mirar. Para recuperar su memoria, tenía que visitar lugares que despertaran algo dentro de él: una chispa de reconocimiento, un destello de sentido. Comenzó en la Sierra Madrileña, pero pronto descubrió que su búsqueda no tenía límites. Desde riscos nevados hasta ciudades iluminadas por neón, cada lugar que sus alas pudieran alcanzar era una nueva posibilidad de desvelar su historia.

Pero Mun no estaba solo en esta travesía. Con su peculiar habilidad para hablar con otros animales, había aprendido a recopilar historias, pistas y hasta chismes. Los zorros le contaban de caminos secretos; los ratones, de cuevas olvidadas. Incluso hablaba con humanos, aunque con ellos adoptaba un tono de loro descarado para que nunca sospecharan que se encontraban ante un cuervo con una mente afilada como el filo de un cuchillo.

Mun también tenía un aliado inesperado: un pequeño dron. Ese artefacto mecánico zumbaba a su lado como un insecto leal, capturando vistas aéreas de los lugares que visitaban. Cada imagen y cada video eran más que un registro: eran pistas, ventanas a un pasado que Mun no podía recordar pero que intuía que lo perseguía.

Su voz grave y ronca resonaba entre los riscos mientras hablaba consigo mismo o con el dron, dándole un toque de humor a su soledad. «Aquí estamos, Mun. Solo tú, un dron y un montón de preguntas sin respuesta. ¡Menuda aventura! ¿Qué podría salir mal?». Su humor era su escudo, un recordatorio de que incluso en el misterio más denso había espacio para la ironía.

Y así es como Mun surca los cielos, volando entre sombras y luz, capturando fragmentos de un pasado perdido mientras comparte su historia con aquellos que están dispuestos a escuchar. Su viaje no es solo sobre encontrar respuestas; es sobre descubrirse a sí mismo en cada nuevo horizonte, en cada secreto desvelado.